jueves, 27 de junio de 2019

Deutronomio 4 : 06 al 10.

ESTUDIO BÍBLICO
Jueves, 27 de Julio 2019

Lección : Deutronomio 4: 06 al 10
Texto: 1 Pedro 2 vs. 9.-

Deuteronomio 4:(repaso)
Tema: una amonestación a la nueva generación.
Estamos llegando a la conclusión del primer discurso de Moisés. Él había repasado sus viajes. Moisés y el pueblo estaban entonces en la ribera oriental del río Jordán. Habían llegado al monte Nebo, y Moisés les estaba dando sus instrucciones finales. A medida que les hablaba, miraba en forma retrospectiva a todo ese viaje. Solamente dos hombres que allí se encontraban, habían hecho todo el viaje con Moisés. Eran Josué y Caleb. La mayoría del pueblo había quedado enterrado en el desierto. Todos los demás eran miembros de la nueva generación y estaban dispuestos a entrar en la tierra pero antes, Moisés había querido pasar revista a las experiencias del desierto. Llegamos ahora al párrafo titulado
Moisés les suplicó que obedeciesen a Dios te Ama

Leamos los primeros dos versículos de este capítulo 4 de Deuteronomio:
"Ahora, pues, Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis y viváis, y entréis y poseáis la tierra que el Señor, el Dios de vuestros padres, os da. No añadiréis a la palabra que yo os mando ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, que yo os ordeno."
Ellos debían cumplir la Palabra de Dios. No solamente debían oírla, sino hacerla realidad en sus vidas. No debían añadir a la ley, ni tampoco debían quitar nada. Debían cumplirla tal como Dios la había dado.
Si Israel hubiera guardado la ley, ¡qué bendición hubiera sido! Pero, vemos aquí una demostración en la historia de un pueblo que recibió la ley en circunstancias favorables, pero que no pudo obedecerla. Recordemos la afirmación de que ningún ser humano será justificado delante de Dios por la ley. ¿Por qué? ¿Porque Dios es arbitrario? No. Es porque la naturaleza humana es radicalmente mala. Ése es el problema.
Ya hemos indicado que este libro recalca dos grandes Temas: amor y obediencia. Quizás usted nunca se dio cuenta que el amor fue un gran Tema del Antiguo Testamento, pero así fue. Aquí, en este capítulo 4 de Deuteronomio, Moisés le suplicó a esta nueva generación que obedeciese a Dios, y le dio las razones por la cuales debía obedecerle.

1. En primer lugar, Dios quería preservar y prosperar a Israel. Este primer versículo nos dice que ellos debían obedecer al Señor y escuchar Sus estatutos y decretos "para que - como dijo el Señor - viváis, y entréis y poseáis la tierra". La obediencia a Dios era la única base sobre la cual Él podía bendecirles. El deseaba su obediencia porque era Su deseo bendecirles.

2. En segundo lugar, la obediencia de Israel mostraría su agradecimiento a Dios. Leamos los versículos 5 al 8, de este capítulo 4:
"Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como el Señor, mi Dios, me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la que vais a entrar para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está el Señor, nuestro Dios, en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta Ley que yo pongo hoy delante de vosotros?"

Dios les había bendecido de una manera tan maravillosa, que debían mostrar su agradecimiento a través de la obediencia.
3. Ahora, en tercer lugar, el amor de Dios debía impulsarles a la obediencia. Pasemos hasta el versículo 37:
"Por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos y te sacó de Egipto con su presencia y con su gran poder"
Ésta fue la primera vez en la Biblia que Dios le dijo a alguien que le amaba. Dios había demostrado que amaba al ser humano desde el principio del Génesis. Pero hasta ese momento no había dicho nada al respecto, y ésta fue la primera vez que habló de Su amor hacia alguien. Declaró que este amor había sido el motivo para todo lo que Él había hecho. Les había librado de la tierra de Egipto, y haría cosas aún mayores y más poderosas por ellos. La base de todo ello, el motivo, era que Dios les amaba.

Esto es algo que toda persona debiera hoy reconocer. No importa quien sea usted, estimado hermano, ¡Dios le ama! Es posible que usted no siempre sienta el amor de Dios. Nuestros pecados constituyen obstáculos entre Dios y nosotros. Pero a pesar de nuestro pecado, Dios nos ama a usted y a mí. Ha demostrado ese amor en la cruz de Cristo. Cuando recibimos a Cristo como Salvador, podemos experimentar el amor de Dios.
4. En cuarto lugar, debían obedecer a Dios porque le pertenecían. El versículo 1 del capítulo 14 de Deuteronomio, dice: "Hijos sois del Señor vuestro Dios; no os haréis incisiones ni os raparéis a causa de un muerto."
La obediencia a Dios es la primera ley de la vida, estimado hermano, hermana. El ser humano tiene un odio natural e innato hacia Dios. El hombre no quiere obedecer a Dios. De hecho, el hombre se opone muchísimo a Dios. Por toda la Palabra de Dios encontramos que hay una resistencia por parte del ser humano contra Dios. Hallamos eso en cada persona aún en la actualidad.

Permítanos decirle, que si la Palabra de Dios no quebranta la resistencia del ser humano, ninguna otra cosa lo hará. Solamente Dios puede hacerlo. Si Israel tan sólo hubiera obedecido la ley de Dios, ¡qué bendición habría tenido! Volvamos al comienzo de este capítulo 4 de Deuteronomio y leamos los versículos 3 y 4, para ver
Los resultados de la obediencia y la desobediencia
"Vuestros ojos vieron lo que hizo el Señor con motivo de Baal-peor: a todo hombre que siguió a Baal-peor lo exterminó el Señor, tu Dios, de en medio de ti. Pero vosotros, que seguisteis al Señor, vuestro Dios, todos estáis vivos hoy."

Él se estaba refiriendo al tiempo en que Balaam fue llamado para maldecir a Israel, pero no pudo hacerlo. El hecho es que sólo le fue posible pronunciar bendiciones. Pero hizo una sugerencia al rey Moab. Aconsejó al rey que, ya que no podía maldecir al pueblo, el rey debiera dejar que su pueblo iniciase relaciones con los israelitas para que pudieran tener lugar matrimonios mixtos con ellos. Esto implantaría la adoración falsa entre ellos y, en consecuencia, Dios les juzgaría. Y esto fue exactamente lo que ocurrió. Usted recordará que vimos esto en el capítulo 25 de Números. Esto debiera servir de ejemplo a esta generación, y también debiera servir de ejemplo para nosotros.

Hubo una recompensa por su obediencia. Aquellos que sí siguieron al Señor, conservarían la vida y entrarían en la tierra. Dios les recordó de nuevo que la obediencia trae con ella la bendición. Continuemos con el versículo 5:
"Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como el Señor, mi Dios, me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la que vais a entrar para tomar posesión de ella."
La obediencia traería la bendición de Dios. Entrarían en la tierra para tomar posesión de ella. Y su obediencia debía servir aún otro fin. Leamos el versículo 6:

"Guardadlos, pues, y ponedlos por obra, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta."
Israel debía ser un testigo a todo el mundo. Debía testificar al mundo de una manera opuesta a la que la Iglesia testifica al mundo. A nosotros, como iglesia, Dios nos manda ir a todo el mundo a predicar el evangelio. Ese mandato es dado a cada creyente. Cada creyente en Cristo debiera tener alguna participación en la tarea de proclamar la Palabra de Dios hasta los confines de la tierra.

Ahora, francamente, a los israelitas nunca se les mandó salir como misioneros. Ellos tenían que invitar, como expresaban las palabras "Venid, a la casa del Señor iremos". Su obediencia, su lealtad a Dios, harían que las otras naciones oyeran estos estatutos, y que se fijarían en que las bendiciones de Dios harían de Israel una gran nación. Y entonces, ¿qué harían? ¿Qué hizo, por ejemplo, la reina de Saba? Bueno, ella vino desde los confines de la tierra. Hizo un viaje largo y arduo. Ahora, si una mujer vino y viajó toda esa distancia en tales circunstancias, ¿no cree usted que algunos hombres también vendrían a ver también? Y vinieron. Así de esa manera, Israel testificó al mundo. Si le obedecían, Dios les bendeciría y ello serviría de testimonio a todas las naciones. Pero, si no le obedecían y se apartaban del Señor, entonces Dios enviaría juicio sobre ellos. Leamos ahora el versículo 9:
"Por tanto, guárdate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos."

Dios dio a la nación de Israel la gran tarea de un ministerio de enseñanza. Debían obedecer a Dios y debían enseñar estas cosas a sus hijos y a sus nietos.
La responsabilidad más grande de cualquier nación es la educación de sus jóvenes. Probablemente el fracaso más grande también de cualquier nación es la falta de esa educación. Ahora, no estamos culpando a las universidades ni a las escuelas. ¿Sabe usted dónde se encuentra el problema? Se encuentra precisamente en el hogar. Dios les dijo a los israelitas que instruyesen a sus hijos y nietos. Ésta fue la gran responsabilidad que Dios colocó sobre cada padre y madre en Israel.

Amados hermanos, si usted trae a un niño a este mundo, usted es responsable por ese niño. Nuestro problema hoy no son las relaciones internacionales ni la economía. Nuestro problema es el hogar. Dios hará responsables a los padres de hogares divididos, por esos hijos abandonados a su suerte, que nunca conocieron la enseñanza, ni el amor, ni el interés, ni la comunicación de sus padres. ¡Qué gran responsabilidad es esta! Dios lo expuso con toda claridad a Israel. Cuando la nación fracasó, fue porque había fracasado en el hogar. Y Dios la juzgó por ello.
pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-