sábado, 27 de junio de 2015
HEBREOS 10: 13 al 15. Texto : Efesios 1: 20.-
ESTUDIO BÍBLICO
Sábado, 27 de junio 2015.
Lección : Hebreos 10 : 13 al 15
Texto : Efesios 1 : 20.-
13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;
14 porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
Nuestro Señor está simplemente esperando. Hay unos cuantos más que van a ser salvos. Nosotros oramos: "Ah, Señor Jesús, ven pronto". Pero Él dice: "No, todavía no. Vamos a esperar porque quiero salvar a algunas otras personas". Él le está dando a usted una oportunidad, si usted no es salvo. El Salmo 110, versículo 1, dice: "El Señor dijo a mi señor; siéntate a mi diestra, hasta que ponga a mis enemigos por estrado de tus pies". Y esta es una referencia a la segunda venida de Cristo a la tierra. Pero mientras tanto Él no viene, está esperando para que más miembros de la familia humana vengan a Él.
El Salmo 110:1 aparece con frecuencia en la epístola a los hebreos, ya sea como cita o alusión (1:3, 13; 8:1; 10:12; 12:2). Debido a la interpretación y aplicación que Jesús hiciera de este versículo en respuesta a la pregunta de los fariseos, ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? (Mt. 22:42 y paralelos) y dadas las frecuentes alusiones a esta cita presentes en las cartas de Pablo (Ro. 8:34; 1 Co. 15:25; Ef. 1:20; Col 3:1), doy por sentado que el Salmo 110:1 era uno de los dogmas básicos de la fe en la iglesia primitiva.
El escritor de Hebreos emplea este versículo casi palabra por palabra; modifica la redacción para que cuadre con el contexto de su escrito. Desde el tiempo de su ascensión, Cristo “espera que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies”. El espera el momento apropiado, del mismo modo en que el granjero espera que la tierra dé su cosecha en le época de la siega. (Stg. 5:7; véase también Heb. 11:10). Sus enemigos son todos aquellos que se oponen al dominio, autoridad y poder de Cristo. “El último enemigo que será destruido es la muerte” (1 Co. 15:26). Cristo está a la espera de la destrucción final de sus enemigos. Pero la conquista de los enemigos de Cristo no es tan importante como esa única ofrenda mediante la cual él perfeccionó para siempre “a aquellos que están siendo santificados”. El escritor de Hebreos enseña la misma verdad repetidamente.
En 2:11 escribe: “Tanto el que santifica como los que son santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre”. Y finalmente, él habla de “la sangre del pacto que santifica” al pecador (10:29). ¿Cuándo sucede la santificación?
El uso del tiempo presente en 2:11 y 10:14 parece indicar que santificar a alguien es un proceso, no un acción que sucede de una vez por todas. “Hemos sido santificados” (10:10) pero se nos exhorta a “hacer todo esfuerzo … por ser santos” (12:14).
Vemos que la santificación es algo que hemos recibido, pero que aún no hemos realizado. El sacrificio de Cristo, único en sí mismo, efectuó la santificación para el creyente. Es decir, cada creyente recibe estos beneficios del sacrificio de Cristo en la cruz: sus pecados son perdonados; su conciencia es purificada; tiene paz con Dios, la certeza de la salvación y el don de la vida eterna. Cristo ha perfeccionado al creyente para siempre. Pero aunque el escritor diga que Cristo “ha hecho perfectos para siempre a aquellos que están siendo santificados”, demuestra en otros pasajes que la obra de la perfección no se ha completado aún en los destinatarios de su epístola
. Se les alienta a resistir al pecado, a soportar las penalidades, y a someterse a la disciplina (12:4, 7, 9). En cierto sentido, la perfección ya está aquí, y en otro sentido, no lo está. Tenemos, empero, esta certeza, de que somos perfeccionados en Cristo, quien quitó nuestro pecado mediante su sacrificio.
15. El Espíritu Santo también nos testifica acerca de esto. Primeramente dice:
Una vez más el escritor demuestra su alto concepto de la Escritura. Cita dos versículos de la profecía de Jeremías y se los atribuye al Espíritu Santo. En el capítulo 8, él presenta a Dios como el que habla en
de este pasaje particular, pero esto no es nada nuevo para el escritor de Hebreos. El presenta a Dios, o a Jesús, o al Espíritu Santo como el que habla. Para él las Escrituras del Antiguo Testamento son divinas y se le atribuyen al Trino Dios. Dios es, por medio del Espíritu, el autor de la Escritura (véase 2 Pedro 1:19– 21).
. El escritor repite dos versículos del pasaje de Jeremías 31:31–34, pasaje ya citado en el capítulo 8. La formulación no es precisamente la misma, pero el significado es idéntico. El primer versículo (Jeremias 31:33) nos señala la médula de la cita: la promesa de Dios de establecer un nuevo pacto con su pueblo. El escritor ha escogido este texto para ilustrar que con el advenimiento de Cristo y la consumación de su obra sacrificial, ha comenzado la era del nuevo pacto. Dios hace un nuevo pacto con su pueblo, pone sus leyes en sus corazones y las escribe en sus mentes. Los creyentes redimidos por Cristo viven [p 333] una vida de gratitud obedeciendo los mandamientos de Dios. Estas leyes son parte inherente de su relación pactual con Dios.
pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo
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