

EL ENCUENTRO CON AARÓN:
No sabemos nada de contactos entre los distintos miembros de la familia de Moisés durante los cuarenta años de su destierro, pero eso no prueba que nos los hubiera habido, pues Madián no estaba inaccesible desde la tierra de Gosén. Aarón salio al encuentro de su hermano por mandato específico de Jehová, que indica no sólo que existía el conocimiento del Señor en la familia de Amram sino también que Aarón tenía experiencia de recibir comunicaciones divinas. Le encontró en el Monte de Dios(v.27), es decir, en Horeb, donde Dios se había manifestado a Moisés en la zarza ardiendo. Allí se abrazaron fraternalmente en prenda de la comisión conjunta que estaban llamados a desempeñar, y de la que Moisés informó detalladamente a su hermano(v.28).
La primera reunión de los hermanos con los ancianos de Israel: v. 29-31.-
Es evidente que la comunidad israelita había elaborado una sencilla organización de gobierno, siguiendo el patrón de los pueblos semíticos que, aparte el mandado despótico de algún rey o emperador, solían reconocer la autoridad de los hombres de más experiencia, madurez y criterio de las familias, clanes y tribus, como se destaca claramente del estudio de la vida de Jacob. Los "ancianos" no perdieron del todo su influencia en Israel, aun después de la fundación de la monarquía, y volvieron a aparecer siglos más tarde en el consejo del sanedrín y en la dirección de las sinagogas. Delante de estos graves varones, Moisés y su hermano dieron a conocer las buenas de que Dios había vuelto a intervenir en la historia de su pueblo, acercándose el momento de su liberación de la esclavitud de Egipto. Según sus órdenes hicieron las señales provistas "delante de los ojos del pueblo", que indica una reunión más amplia que la que se celebró con los ancianos. Después el pueblo había de pasar por varias fluctuaciones de fe y de incredulidad, pero, por el momento, comprendieron que "Dios les había visitado", y "se inclinaron y adoraron". Este acto colectivo de adoración significa que la llama de la fe se había mantenido viva, y abunda más en el pensamiento de que se había producido un avivamiento basado en los recuerdos ancestrales y motivado por la aflicción que impelió al pueblo a "invocar el nombre del Señor"
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