jueves, 29 de octubre de 2015

ESTUDIO BÍBLICO jueves, 29 de octubre 2015.

ESTUDIO BÍBLICO jueves, 29 de octubre 2015. LECCIÓN : Hebreos 11: 22 al 24. TEXTO : 1 Corintios 14: 20. 22. Por la fe José, al acercarse su fin, habló acerca del éxodo de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus huesos. El escritor de Hebreos no elige ninguna de las pruebas y experiencias anteriores de José en las que su fe había sido probada. El está interesado en la promesa de Dios de que los descendientes de Abraham heredarían la tierra de Canaán. Por lo tanto, las palabras que José le dijo a sus hermanos al fin de su vida son importantes. El dijo: “Estoy a punto de morir. Pero Dios vendrá ciertamente en vuestro socorro y os sacará de esta tierra para llevaros a la tierra que él prometió con juramento a Abraham, Isaac y Jacob” (Gn. 50:24). El hilo dorado de la promesa une a los patriarcas en una fe que trasciende las generaciones. A la edad de diecisiete años (Gn. 37:2), José fue vendido a mercaderes madianitas que lo llevaron de su tierra nativa a Egipto. José sólo regresó brevemente a Canaán para el entierro de su padre Jacob (Gn. 50:4–14. El había vivido en la corte del faraón, se había casado con una egipcia, y tenía el nombre egipcio de Zafnat‐panea. No obstante, José permaneció fiel al Dios de sus padres y cuando supo que se acercaba el fin de su vida, profetizó acerca de la bendición patriarcal. El predijo el éxodo de Egipto de los descendientes de Jacob. Y por la fe le pidió a estos descendientes que llevaran sus huesos desde Egipto a Canaán (Gn. 50:25). Cuando el éxodo ocurrió, “Moisés llevó los huesos de José consigo” (Ex. 13:19). “Y los huesos de José, que los israelitas habían sacado de Egipto, fueron enterrados en Siquem” (Jos. 24:32) en la tierra otorgada a la tribu de Efraín. La orden de José de que sus huesos fueran enterrados en Canaán no fue un acto de nostalgia o de superstición, sino un acto de fe. El habló proféticamente del éxodo, y por la fe vio que sus restos serían llevados a la tierra prometida. El creía que Dios cumpliría su palabra. Consideraciones prácticas en 11:20–22 ¡Qué alegría ver como “la fe de nuestros padres” se extiende de generación en generación! El escritor de Hebreos detalla los nombres de Isaac, Jacob y José. Cada uno pertenecía al pacto que Dios había hecho con Abraham cuando Dios dijo: “Estableceré mi pacto como pacto eterno entre ti y mí y tus descendientes después de ti por las generaciones futuras, para ser tu Dios y el Dios de tus descendientes después de ti” (Gn. 17:7). Dios cumple su palabra a lo largo de las generaciones. Cuando los padres ven el amor del Señor en sus hijos que expresan un deseo de hacer su voluntad, los corazones de aquellos están llenos de gratitud a Dios. Ver como la generación siguiente toma la antorcha de la fe es un signo evidente de la fidelidad de Dios. Pero cuando los padres ven que sus hijos e hijas se alejan del Señor y de su Palabra, a pesar de la educación recibida en el hogar, en la iglesia y quizá en la escuela, sus corazones paternales sufren. Isaac y Rebeca sufrieron aflicción constante cuando Esaú vivió una vida de desobediencia (Gn. 26:34–35). Y en su lecho de muerte Jacob pronunció una maldición sobre Simeón y Leví (Gn. 49:7). La salvación no puede ser heredada; es un don de Dios. Los padres de hijas e hijos extraviados espiritualmente tienen que orar para que Dios en su gracia les dé este don. Ejercitando así su fe, ellos ponen su confianza en el poder ilimitado de Dios para salvar a su hija o hijo pródigo. Abraham es el padre de los creyentes, pero Moisés es el padre de la nación de Israel. El escritor de Hebreos le dedica a Moisés cinco de las secciones que comienzan con la fórmula por la fe (vv. 23, 24, 27, 28, 29). La primera de estas ocasiones tiene que ver con los padres de Moisés, la última, con el pueblo de Israel. 23. Por la fe los padres de Moisés lo escondieron durante tres meses después de nacer, pues vieron que no era un niño ordinario, y no tuvieron temor del edicto del rey. El escritor de Hebreos abre el libro de Éxodo y lee acerca del cruel mandato del faraón de que se matase a todos los varones hebreos al nacer. Un levita y su prometida, Amram y Jocabed, deciden casarse. Subsecuentemente son bendecidos con el nacimiento de un hijo. Ahora se confrontan con la posibilidad de perder a su hijo. La fe los mueve a actuar osadamente. Viendo que su hijo es un niño hermoso, desafían el mandato del rey. ¿Qué es lo que le da a Amram y a Jocabed el valor para desobedecer? Lo más probable es que ellos hayan visto en la extraordinaria belleza de su hijo una señal de la aprobación de Dios (véanse Ex. 2:2; Hch. 7:20).379 Y a causa del favor de Dios ellos continúan ejercitando su fe. Esconden a Moisés durante tres meses hasta que la necesidad demanda que inventen nuevas maneras de protegerse. Sin temor del rey y de sus hombres, deciden esconder a Moisés entre los juncos del Río Nilo. Dios protege a Moisés soberanamente cuando la hija del faraón le dice a Jocabed que amamante al niño y le paga su servicio. Cuando Moisés tiene ya suficiente edad para salir del hogar paternal, entra en el palacio real del faraón. Dios honra así la fe de los padres de Moisés, ya que protege a Moisés haciéndole vivir en el palacio del faraón que había dado las órdenes de destruir a todos los niños de los hebreos. 24. Por la fe Moisés, cuando ya era adulto, rehusó ser conocido como hijo de la hija del faraón. Esteban relata que la hija del faraón tomó a Moisés “y lo crió como a su propio hijo”. El afirma que: “Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso en palabra y acción” (Hch. 7:21–22). Aparentemente Esteban tuvo acceso a alguna fuente de tradición oral, ya que manifiesta que Moisés tenía cuarenta años cuando decidió echar su suerte con los esclavos hebreos. A pesar de su educación en la corte del faraón, Moisés puso su fe en el Dios de Israel y cortó sus vínculos con la hija del faraón. Rehusó ser reconocido como príncipe egipcio, porque sabía que era descendiente de Abraham, hijo del pacto que Dios había hecho con el patriarca, y un hebreo que anhelaba ser libre. El se identificó con los oprimidos esclavos hebreos. El escritor de Hebreos dice que Moisés por la fe “rehusó ser conocido como hijo de la hija del faraón”. El título hijo de la hija del faraón era prestigioso en Egipto y traía consigo poder y privilegios. Romper el vínculo con la hija del faraón y escoger identificarse con los maltratados esclavos hebreos demandó fe y valor. Moisés no actuó imprudentemente guiado por fervor juvenil, sino con la madurez de un hombre que a la edad de cuarenta años estaba totalmente educado. Deliberadamente él se asoció con “el pueblo de Dios”, los hebreos. pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-

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