jueves, 10 de diciembre de 2015

LECCIÓN : HEBREOS : 11: 40. TEXTO: 2 da. TIMOTEO : 1: 12.

ESTUDIO BÍBLICO jueves, 10 diciembre 2015. LECCIÓN : HEBREOS : 11: 40. TEXTO: 2 da. TIMOTEO : 1: 12. 40 proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. Aquí el pastor no habla con palabras de exhortación o de advertencia. Lo que hace es enseñar a sus lectores la unidad y continuidad de los creyentes de la era del Antiguo Testamento y de la era del Nuevo Testamento.El está diciendo que ellos, “los héroes de la fe”, y nosotros (los creyentes en Cristo Jesús) somos una unidad. En el próximo capítulo el escritor reúne a la “gran nube de testigos” y a los lectores de su epístola conjuntamente en Jesús (12:1–2). Jesús es el autor, el originador, y el capitán de la fe. El lleva al creyente hacia la perfección. El escritor dice “Dios había planeado algo mejor para nosotros”, si tenemos en cuenta su repetida utilización en Hebreos, sabemos que la palabra mejor se refiere a la era del cumplimiento en Cristo Jesús. Es decir que los creyentes que pertenecen a la era cristiana se han transformado en receptores de la salvación prometida en Cristo. Los creyentes del Antiguo Testamento anticiparon este cumplimiento. Pero al mirar nosotros hacia atrás, hacia la obra ya completa de Cristo, podemos por la fe apropiarnos de la plenitud de la salvación. En otras palabras, somos más privilegiados que los santos que sólo tenían la promesa. ¿Cuál es el significado de la venida de Cristo para los creyentes del Antiguo Testamento? El escritor lo dice de esta manera: “Para que sólo junto con nosotros pudiesen ellos ser perfeccionados”. Durante el tiempo del antiguo pacto (Heb. 8:6–7), los creyentes no podían alcanzar la perfección. Con su venida, Cristo llevó “muchos hijos a la gloria” (2:10) y los perfeccionó (10:14). Por medio de su obra expiatoria, Cristo hizo que los creyentes del Antiguo Testamento y los del Nuevo Testamento compartieran su perfección (12:23).Cristo, entonces, perfecciona creyentes, ya que él es el perfeccionador de su fe (12:2). Ningún creyente puede perfeccionarse a sí mismo, porque esta obra le pertenece a Cristo. Sin embargo, esto no significa que el hombre deba permanecer ocioso. De ninguna manera. El escritor de Hebreos incita a sus lectores a la perseverancia en la fe. Los creyentes, tanto los del Antiguo como los del Nuevo Testamento, no sólo comparten la perfección que Cristo proporciona; ellos también tienen una fe común. Y así como los héroes de la fe diligentemente pusieron en acción su fe, del mismo modo los lectores de la epístola a los hebreos deben perseverar. Los santos de la era del Antiguo Testamento sirven a los creyentes de la era del Nuevo Testamento como incentivos a perseverar en la fe. En la unidad que tenemos con ellos sabemos que por medio de la fe heredamos la promesa de la salvación (6:12; 13:7). Consideraciones prácticas en 11:32–40 La palabra santo nos hace pensar en una persona que anda caminando con las manos entrelazadas, con los ojos mirando al cielo y con un halo alrededor de su cabeza. De alguna manera tenemos la impresión de que él no es uno de nosotros. Pero cuando el escritor de Hebreos nos lleva por la galería del Antiguo Testamento y nos muestra los cuadros de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y otros muchos, él nos confronta con cuadros de gente en acción. Estos santos son nuestros hermanos y hermanas en la fe. Los cuadros son escenas de batallas, ejemplos de valentía e instancias de sufrimiento. La gente que predomina en estos cuadros son hombres y mujeres comunes. Hay una cosa que ellos tienen en común, y eso es la fe. Estas personas son santas, y a causa de esta fe común nosotros estamos íntimamente relacionados con ellos. Pertenecemos a la misma familia, ya que sus luchas y triunfos son también los nuestros. Y así como ellos dependieron de la ayuda divina, también nosotros debemos confiar en la ayuda del Señor. Ellos pasaron muchas horas en oración, y también nosotros debemos hacerlo. Nosotros trabajamos y oramos por la venida del reino de Cristo, tal como lo expresa la segunda petición del Padre Nuestro: “Venga tu reino” (Mt. 6:10). Y así, como compañeros de oración y colaboradores de Dios (1 Co. 3:9), nosotros mismos somos santos que ponemos nuestra fe en acción. Desde la niñez se nos ha dicho que no debemos jactarnos de nosotros mismos. Salomón lo dijo bien: “Que otro te alabe, y no tu propia boca; otro y no tus propios labios” (Pr. 27:2). Pero no sólo debemos escuchar lo que el escritor de Hebreos dice acerca de nuestras posesiones espirituales; también debemos decirles a todos acerca de las mismas. En realidad, debemos alardear acerca de ellas ya que son mucho mejores que las posesiones de los creyentes del Antiguo Testamento. Tenemos una salvación mejor (6:9), una esperanza mejor (7:19), un pacto mejor (7:22), promesas mejores (8:6), y posesiones mejores y perdurables (10:34). Somos privilegiados hijos e hijas de Dios, herederos y coherederos con Cristo (Ro. 8:17). No debemos guardar silencio. Dios quiere que hablemos acerca de nuestras riquezas en Cristo, para que también otros puedan compartir nuestra riqueza espiritual. En contraste con esto, los creyentes del Antiguo Testamento que se mencionan en Hebreos 11 sólo tenían fragmentos de la revelación de Dios. Sin más que estos pequeños trozos y piezas, ellos perseveraron en la fe. Nosotros, que tenemos la revelación plena de Dios en Jesucristo, debemos luchar más fervorosamente por hacer la voluntad de Dios (Heb. 10:35). “Una pequeña chispa de Dios los guió hasta el cielo; ahora que el sol de la justicia brilla sobre nosotros, ¿con qué argumento nos disculparemos si todavía nos aferramos a la tierra?” pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-

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