sábado, 23 de diciembre de 2006

Estudio Biblico 23 de Diciembre 2006

IGLESIA UNION PENTECOSTAL
EL TRIUNFO
Fundada el 12 de octubre de 1967

RECOLETA, 23 de Diciembre del 2006.


Estudio Bíblico:
Lección: 1ra. Corintios 02: 11-15
Texto: 1ra. Corintios 02: 16.
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vs. 11.- Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas…
Pablo emplea una analogía de la vida humana, Para comparar al Espíritu de Dios con el espíritu del hombre. Pregunta si uno puede saber qué motiva a las personas. Responde que sólo el espíritu del hombre sabe cuáles son sus propias motivaciones. El espíritu del hombre es capaz de esconder secretos de los entrometidos ojos y oídos de los demás. A la inversa, debemos admitir que, aunque fuimos creados con un conocimiento inherente y básico de nosotros mismos, es muy difícil conocer nuestras motivaciones más internas. Nuestro conocimiento innato nos guía para tomar decisiones relacionadas con el medio ambiente que nos rodea. En un intento por conocernos a nosotros mismos, tratamos de analizar las razones por las que hacemos o decimos algo. Si tratamos de ir más allá del punto central que Pablo desea enseñar, empezaremos a balbucear. Tal como Dios enseño al Pueblo de Israel. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.” Isaías 55:8. Dios es el creador del espíritu del hombre (Zacarías 12:1), sopla aliento de vida en las narices del hombre (Génesis 2:7). Pero el increado Espíritu de Dios procede del Padre y del Hijo (Juan 14: 26). En este versículo, Pablo repite la palabra “hombre”, a fin de subrayar la inmensurable diferencia que hay entre el espíritu humano y el Espíritu de Dios. Dios conoce la mente humana, pero el hombre es incapaz de conocer la mente de Dios.
vs. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu
…. Desde el momento que Adán y Eva cayeron en pecado, el espíritu de este mundo se ha revelado oponiéndose al Espíritu de Dios: por ejemplo, en el libertinaje anterior al diluvio, en la edificación de la torre de Babel y en los falsos maestros que buscaban destruir la iglesia en el tiempo apostólico ( 2 Pedro 2; 1 Juan 4: 1-3; Judas 4-19). Se trata del espíritu que gobierna a una persona en la cual no mora el Espíritu de Dios. Es un poder que determina todo lo que el ser humano hace y piensa, oponiéndose al Espíritu que viene de Dios. Por contraste, como Pablo lo expresa en un griego elocuente, los creyentes han recibido el Espíritu que procede de Dios ( ver Juan 15:26; Gálatas 4:6). El Espíritu de Dios viene a los creyentes de una esfera distinta que la mundana y les entrega el conocimiento de Dios, de la creación, la redención y la restauración. Desde Pentecostés, el Espíritu de Dios mora en el corazón de todos los creyentes (6:19). “Para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”. ¿Por qué Dios nos concede el don de su Espíritu? Esta es la respuesta: para que conozcamos en forma innata las cosas que tienen que ver con nuestra salvación. El Espíritu nos enseña los tesoros que tenemos en Cristo, a quien Dios entregó para que muriese en la cruz y consiguese así vida eterna para todos nosotros ( 1 Juan 5:13). Si Dios entregó a su Hijo, de seguro que en él nos dará todas las cosas gratuitamente (Romanos 8:32). Es por la obra del Espíritu Santo que los creyentes con capacitados para apropiarse del don de la salvación. La fe los capacita para ver que en Cristo ya no tienen pecado ni culpa, que Dios los reconcilió consigo mismo y que ahora tienen abiertos el camino al cielo.
vs. 13. lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo ….
En este lugar Pablo se detiene para hablar de sí mismo y de los otros apóstoles. Dice que las palabras que proclaman no están basadas en sabiduría humana. Advierte que el agente que enseña a los apóstoles y a sus ayudantes que predicar, no es una persona llena de sabiduría humana. Por el contrario, esta persona no es otra que el Espíritu de Dios. De este modo, el Espíritu los capacita para proclamar el evangelio (Mateo 10:20). Además, el evangelio mismo esta inspirado por el Espíritu. Esto no debe entenderse como si los apóstoles fueran simples instrumentos que el Espíritu emplea para lograr sus propósitos. ¡Jamás! Al escribir, los escritores de la Biblia usaron sus habilidades y destreza, su entrenamiento y cultura, sus características. No obstante, el Espíritu les enseñó cómo verbalizar las verdades de Dios. Como Pablo lo dice enfáticamente: “ no con palabras enseñadas por sabiduría humana”. Así que, para Pablo la inspiración no está basada en el pensamiento humano o en la sabiduría humana, sino que en la enseñanza que el Espíritu Santo imparte.
vs. 14.- Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu...
El hombre natural pertenece al mundo, mientras que el espiritual pertenece a Dios. Uno es incrédulo, el otro creyente, uno carece del Espíritu, mientras que el otro tiene al Espíritu; uno sigue sus instintos naturales (Judas 19), el otro sigue al Señor. El hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, las repudia porque no las entiende ni las desea. Sólo acepta las cosas del mundo. “porque para él son locura”. Las cosas espirituales tienen que ver con el pecado, la culpa, el perdón, la redención, la salvación, la justicia, y la vida eterna. Para el que no es espiritual estas cosas no tienen sentido, son irrelevantes y cosa de locos. No tienen lugar en la vida que sólo se limita al mundo presente.
“y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Habla de una incapacidad que viene por la ausencia del Espíritu Santo en la vida del incrédulo. Se da por sentado que el ateo podría superar al cristiano en muchas maneras: intelectualmente, en su educación, filosóficamente y hasta moralmente. Podría ser un ciudadano ejemplar y un líder en la sociedad que evita los excesos sensuales que caracterizan a otra gente. A pesar de todo eso, el incrédulo es incapaz de entender los asuntos espirituales. Está privado de la presencia interior del Espíritu Santo para que ilumine su entendimiento. Pablo afirma que el incrédulo es incapaz de comprender verdades espirituales porque estas “ se han de discernir espiritualmente”. El incrédulo no tiene la capacidad para juzgar espiritualmente, porque él mismo está muerto en delitos y pecados (Efesios 2:1). En cuanto a cuestiones espirituales, es como el hombre que golpea el interruptor durante un corte de energía eléctrica, quedándose sin luz. Peor aun, no tiene idea de qué causó el corte ni es capaz de predecir cuánto durará el apagón. No posee ningún poder para cambiar la situación y sólo le queda esperar que restituyan el suministro de corriente. Asimismo, a menos que el poder del Espíritu entre en su vida y lo ilumine espiritualmente, permanecerá en la oscuridad espiritual. El Espíritu Santo capacita al ser humano para que vea claramente el camino que lleva a la vida y a evaluar con exactitud las circunstancias en las que se encuentra.
vs.15.- En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie.
¡ Qué magnífico es para una persona espiritual acceder directamente a Dios mismo, la fuente de la sabiduría (Santiago 1:5)! De Dios recibe sabiduría sin límites. Por consiguiente, es capaz de examinar todas las cosas juiciosamente y de aportar con su liderazgo en un mundo entenebrecido por el pecado. “ Ningún otro que el hombre espiritual puede gozar de un conocimiento de los misterios de Dios tan firme y sano, al punto de distinguir la verdad de la mentira, la doctrina de Dios de las fabricaciones humanas, estando muy poco sujeto a engaño.” Juan Calvino. Para el creyente las Escrituras son lámpara a sus pies y lumbrera a su camino (Salmo 119:105). Sabe que en la luz de Dios ve la luz (Salmo 36: 9). El que es espiritual ha sido ungido con el Espíritu, por lo cual conoce la verdad (1 Juan 2:20). Esto lo capacita para diferenciar la verdad del error, los hechos de la ficción, lo auténtico de lo falso. Ha recibido al Espíritu Santo como su guía y que usa la Escritura como brújula para el viaje de su vida. “pero él no es juzgado de nadie.” Con todo, no quiere decir que al cristiano nunca se le juzgue (14:29), sino que el creyente no puede ser juzgado por los incrédulos, pues son incompetentes para juzgar.

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