Siete días no habían bastado para convercer a Faraón de que había perdido una importate batala al resistir a Jehová, con efectos desastrosos para su país. A él mismo no le faltaría agua buena sacada de los pozos, y no tenía el corazón de "padre" para con su pueblo, típico del buen "faraón". Moisés, anunció claramente la naturaleza de la segunda plaga, sin que el historiador note respuesta alguna de parte de Faraón. Podemos imaginar un gesto despectivo de despedida que precipitaría la próxima acción de la guerra. Las ranas proliferan rápidamente en charcos que se están secando, ya que los huevos, dejados por el desove, se incuban por el calor del sol. Ya hemos visto que los estanques y acequias retenían lo que sobraba del agua de la última inundación en esta época, pero la multiplicación de las ranas, normal en tal época, fue aumentada milagrosamente hasta llenarse la tierra, que se metían hasta en las alcobas, los hornos, las artesas, etc. Para los egipcios fue un castigo doble. Por una parte era gente limpia, amante de la higiene, así que el asco producido sería intenso. Al mismo tiempo, por la locura de su sistema idolátrico, daban honores divinos a la rana como símbolo del principio vital de la fertilización, y una de las manifestaciones de la diosa Hator fue representada por la cabeza de una rana con cuerpo de mujer. Como consecuencia, una faceta importante de su culto nacional se había convertido en asco, viéndose cómo Dios ejecutaba sus juicios sobre todos los dioses de Egipto (Ex. 12:12).
Vuelven a aparecer los hechiceros: vs. 7.- Faraón aún quería convercerse de que el poder de Jehová no fuese más que una manifestación de ciertas facultades comunes a otras divinidades, o parecidas a otras fuentes mágicas de energías sobrenaturales. Si los hechiceros pudieron hacerse con el desove de ranas, no les sería difícil hacer ver que ellos también podían producir muchas ranas. No tenian el secreto de la vida, algo que se destaca en la plaga siguiente.
Las reacciones de Faraón: vs. 8.- No fue posible al mismo Faraón escapar de los consecuencias de la plaga de ranas, que pese al "consuelo" que pudieron darle sus magos se vio obligado a llamar a los profetas, pidiendo su intercesión en términos bastante humildes. El Faraón no niega que la plaga sea obra de la mano de Dios, y sabe que sólo Jehová es capaz de librarle de algo ya insoportable. Al pedir la intercesión de Moisés, da promesa formal de dejar ir al pueblo "para que ofrezca sacrificios a Jehová".
El programa de Dios: vs. 9.- El elemento milagroso se pone de relieve por medio del cumplimiento del programa, ya que el Dios de Israel determina todos los momentos de la acción. Moisés no desecha la súplica de Faraón, pero insiste en que el monarca mismo señale la hora de la desaparión de las ranas, y muchos testigos habrán oído de la contestación: Mañana, comprometiéndose Moisés a que la plaga había de terminar precisamente entonces, "para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios". Gloria a Dios. Dios les Bendiga y por favor tengame en sus oraciones.
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