viernes, 1 de mayo de 2009

ÉXODO 8: 26-30.texto :JUAN : 4:21

Faraón tuvo que humillarse hasta el punto de hacer llamar a los profetas, pero sólo para ofrecer soluciones parciales que los representantes del Señor no pudieron aceptar:Andad, ofreced ofreced sacrificio a vuestro sacrificio a vuestro Dios en la tierra. vs. 25. Algo había de hacer, pero el orgulloso monarca no quiso dejar salir al pueblo, que es lo que se había pedido desde el principio. La contestación de Moisés pone de manifiesto lo absurdo de la proposición, pues sacrificios de tipo animal en la tierra quebrantarían muchos de los tabúes religiosos de los egipcios, como ya hemos notado.(en la religión egipcia, muchos animales eran considerados dioses), dando lugar a protestas y alborotos. ABOMINACIÓN: vs.26. término aplicado en las Escrituras á los objetos muy detestables. Los ídolos y su culto eran llamados así, porque defraudaban á Dios su honra, á la vez que los ritos mismos eran impuros y crueles, Deut. 7:25-26; 12:31. Este término era usado refiriéndose á los Hebreos en Egipto,Gén. 43:32; Éx.8:26, sea porque comían y sacrificaban animales tenidos como sagrados por los Egipcios, ó porque no observaban al comer las ceremonias que hacían parte de la religión de Egipto. Nada menos que tres días de viaje al desierto serviría para el debido cumplimiento del mandato del Señor. (vs.27). La promesa de Faraón no pareció tan firme como la anterior de 8:9, ya que no quería que el pueblo se alejase mucho, pero frente a la petición ORAD POR MÍ, Moisés la aceptó. Dios había de disponer del resultado según su voluntad, y las épocas de alivio que seguían las intercesiones de Moisés se revestían de mucha importancia como revelaciones de la gracia de Dios.
La intercesión: (29-32). Por segunda vez Moisés oró a Jehová a favor de sus enemigos, pero no sin antes advertir a Faraón de los peligros de más demoras (vs.29). De nuevo: Jehová hizo conforme a la palabra de Moisés. y una vez más se vio el efecto inmediato de la intercesión, ya que todas las moscas fueron quitadas y, por supuesto, los mosquitos también. El país respiraba de nuevo, pero Faraón aún no había aprendido la lección de la necesidad de someterse a Dios.

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