miércoles, 15 de julio de 2015
ESTUDIO BÍBLICO miércoles, 15 de julio 2015. Lección : Hebreos 10: 22 al 24 Texto : 1 Corintios 15: 58.
ESTUDIO BÍBLICO
miércoles, 15 de julio 2015.
Lección : Hebreos 10: 22 al 24
Texto : 1 Corintios 15: 58.
22.-Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Aunque el escritor no sea explícito, se nos exhorta a acercarnos a Dios. En el pasaje paralelo (4:16) él nos dice que vayamos al trono de gracia en oración. El escritor ahora lleva este paralelo un paso más allá y describe cómo hemos de acercarnos a Dios en oración. Aparte de tener confianza hemos de ir con “con corazón sincero y en plena certidumbre de fe”. El escritor enfatiza que el corazón debe ser sincero para que la fe sea genuina. La palabra sincero describe el corazón de una persona que es honesta, genuina, comprometida, confiable y sin engaño. Cuando el corazón del creyente es sincero, la fe es evidente con plena certidumbre. El creyente tiene completa confianza en Dios porque acepta plenamente la verdad del evangelio. En contraposición a ello, la duda hace que el creyente no se acerque a Dios. La duda insulta en tanto que la fe exalta.
Cuando el escritor de Hebreos dice que nos acercamos a Dios “con corazones rociados para limpiarnos de una conciencia culpable” y con “cuerpos lavados con agua pura”, él se está refiriendo a lo interno (corazones) y a lo externo (cuerpos). La frase lavados con agua pura nos hace recordar el bautismo. Pero el bautismo en sí mismo es solamente un acto externo experimentado objetivamente. Su contrapartida es el rociamiento de nuestros corazones con la sangre de Cristo (Heb. 9:14). Este rociamiento es un acto interno que se apropia subjetivamente. .Se nos exhorta a acercarnos a Dios con el cuerpo y el alma purificados de pecado. El corazón es el centro de nuestra vida moral. Dice el escritor de Hebreos: “Nuestros corazones [están] rociados [con la sangre de Cristo] para limpiarnos de una conciencia culpable”. Esa sangre libera al creyente. El puede ahora libremente acercarse al trono de gracia porque su conciencia está limpia. Por fe él se ha apropiado del perdón del pecado por medio de Cristo. El sabe que Cristo ha quitado para siempre la culpa que le impedía acercarse a Dios. El bautismo no era algo desconocido para los judíos. La ley de Moisés estipulaba que el sumo sacerdote, en el Día de la Expiación, debía bañarse antes de ponerse sus vestiduras para entrar al santuario (Lv. 16:4; véanse también Ex. 29:4; Lv. 8:6). Y Ezequiel profetiza que Dios rociará agua limpia sobre su pueblo para lavarlos de las impurezas espirituales (Ex. 36:25). En su epístola, el escritor de Hebreos menciona el “agua pura” usada para lavar nuestros cuerpos. Esa agua limpia simbólicamente al creyente del pecado. “Cristo amó a la iglesia [la casa de Dios] y se dio a sí mismo por ella para santificarla, purificándola por el lavamiento con agua por la palabra” (Ef. 5:25–26).
23.- Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.
Aquí está la segunda exhortación. En el versículo precedente, el escritor les dice a los lectores que se acerquen a Dios. Ahora los exhorta a “aferrarse sin vacilación a la esperanza que profesamos”. En el pasaje precedente él introdujo los conceptos del bautismo y de la remisión del pecado. Ahora habla de la confesión de la esperanza como una consecuencia natural del bautismo. Suponemos que en la iglesia primitiva había una confesión elemental, ya sea en la forma de “Jesús es el Señor” (1 Co. 12:3) o como palabra fiel (1 Ti. 3:16; 2 Ti. 2:11–13). No hay seguridad acerca de si el escritor de Hebreos tiene en mente alguna confesión en particular, pero deja en claro que sus lectores tienen una confesión (3:1; 4:14; 10:23; 13:15). El contenido de esta confesión es la expectativa de que Cristo cumplirá todas las promesas que ha hecho y que todos aquellos que profesan el nombre de Cristo poseen estas promesas. El escritor dice que profesamos esperanza, virtud que él ha enfatizado a lo largo de su epístola (3:6; 6:11, 19; 7:19; 10:23). La esperanza confía en la fe y mira hacia el futuro. Por lo tanto la fe es puesta sólo en Dios, quien es capaz de cumplir las promesas que ha hecho, ya que Dios es fiel. Se nos dice que sigamos proclamando nuestra esperanza y que lo hagamos sin vacilaciones. Dios mismo ha honrado indefectiblemente sus promesas. De hecho, para que sus promesas fuesen inquebrantables, Dios añadió un juramento (Heb. 6:17). “Para él dejar de existir es tan imposible como dejar de ser fiel a su promesa”.320 El Dios que salvó al creyente por medio de la muerte sacrificial de Cristo ha prometido no abandonar nunca “al alma que se ha apoyado en Cristo en busca de reposo”. Y Dios es fiel, puesto que le promete al creyente: Nunca te dejaré; nunca te olvidaré. [Heb. 13:5]
24.- Y considerémonos unos a otros para estímularnos al amor y a las buenas obras.
Esta es la tercer exhortación y la tercer virtud de la tríada fe (v. 22), esperanza (v. 23) y amor (v. 24). Ya antes en la epístola el escritor había hablado sobre esta tríada (6:10–12). En consonancia con la conclusión de la carta de Pablo acerca del amor (1 Co. 13:13) y otros pasajes en que éste menciona la tríada (Ro. 5:1–5; Gá. 5:5–6; Col. 1:4–5; 1 Ts. 1:3; 5:8; y véase 1 Pedro 1:21–22), el escritor de Hebreos demuestra que el amor es el más grande de los tres, porque alcanza a otros. El amor es comunitario. Para el hombre, el amor se extiende hacia Dios y hacia el prójimo. Además, “Dios demostró su propio amor por nosotros en esto: Cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8). Consideren cuidadosamente de qué forma podemos estimularnos unos a otros fervorosamente al amor y a las buenas obras, dice el escritor. Pongan en acción su mente para encontrar algunas maneras de provocar unos a otros—en el buen sentido de la palabra—para aumentar sus expresiones de amor a fin de que resulten en la ejecución de obras nobles. El resumen de la ley hecho por Jesús, vale decir, la ley real (Stg. 2:8), “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” con frecuencia es reducida a un “Amate a ti mismo”. Pero esta ley real se extiende más allá del prójimo hasta llegar a Dios. Las acciones llevadas a cabo por amor al prójimo honran a Dios Padre. Por lo tanto, obedecer y cumplir con la segunda parte del resumen, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:39), constituye en realidad una obediencia y cumplimiento de la primera parte del resumen, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt. 22:37). Y Pablo llama al mandamiento de amarse unos a otros una “deuda continua” (Ro. 13:8). “Así que el amor es el cumplimiento de la ley”, concluye él (v. 10).
pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-
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