jueves, 30 de julio de 2015

Lección : Hebreos 10: 28 al 30. Texto : Romanos 5: 9.-

ESTUDIO BÍBLICO jueves, 30 de julio 2015 .- Lección : Hebreos 10: 28 al 30. Texto : Romanos 5: 9.- vs. 27. sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. En el Antiguo Testamento se establece la distinción entre pecados cometidos intencionalmente y no intencionalmente. Estos últimos pueden ser perdonados; los otros no. Moisés escribe: “Pero cualquiera que peque de modo desafiante, trátese ya de un nativo o extranjero, blasfema al Señor, y esa persona será cortada de su pueblo (Nm. 15:30; véanse también Lv. 4:2, 22, 27; 5:15, 18; Nm. 15:24 acerca de pecados involuntarios). El escritor de Hebreos es bastante específico. El escribe acerca de la persona que peca intencionalmente y que continúa haciéndolo en abierta rebelión contra Dios y su Palabra. Para llegar a sus lectores de modo pastoral, se incluye él mismo en la advertencia en contra de pecar desafiantemente. No está hablando del creyente que cae en pecado involuntariamente y halla perdón en la gracia y misericordia de Dios. El apunta más bien al mismo pecado que Jesús llama pecado contra el Espíritu Santo (Mt. 12:32; Mr. 3:29) y que Juan describe como “el pecado que lleva a la muerte” (1 Jn. 5:16). A pesar de emplear [p 345] diferentes términos, el escritor repite virtualmente el mismo pensamiento que expresara en 3:12 y en 6:4–6, donde habla de caer y apartarse del Dios vivo. Aquellos que se apartan de Dios y que “han recibido el conocimiento de la verdad” nunca podrán decir que pecaron por ignorancia. La frase conocimiento de la verdad tiene que ver con la revelación de Dios en general y con el evangelio en particular (véanse 1 Ti. 2:4; 2 Ti. 2:25; 3:7; Tito 1:1). Los que en el pasado recibieron esta verdad, pero que ahora se han volcado en contra de Dios y de su revelación, carecen de excusa. Nada puede salvarlos. Ellos saben que el sacrificio de Cristo es el único sacrificio que quita el pecado. Si ellos deliberadamente rechazan a Cristo y a su obra expiatoria, rechazan la salvación. Para ellos, dice el escritor, “no queda sacrificio por el pecado”. ¿Qué es entonces lo que queda? “Solamente la horrenda expectación de juicio y del fuego furioso que consumirá a los enemigos de Dios”. Una decisión en contra de Cristo que se toma deliberadamente sólo puede resultar en juicio. Y el juicio no es meramente algo que sucederá al fin de los tiempos. Ahora mismo se están reuniendo y presentando evidencias ante el jurado como preparación para el día del juicio. ¡Y esa sí que es una horrenda expectación! El énfasis recae sobre el adjetivo horrenda. La palabra ocurre tres veces en el Nuevo Testamento, y todas están en esta epístola (10:27, 31; 12:21). Este adjetivo se traduce “terrible”, “horrenda” y “aterradora”. En las tres ocasiones su uso tiene que ver con enfrentarse con Dios. El pecador no puede escapar al juicio de Dios y, a menos que haya sido perdonado en Cristo, enfrentará a un Dios airado en ese horrendo día. No es sólo el juicio lo que le espera al pecador que recibirá el veredicto, sino también la ejecución de ese veredicto. El escritor describe vívidamente tal ejecución como un fuego furioso que consumirá a todos aquellos que han escogido ser enemigos de Dios. En realidad, lo que dice es un eco de las palabras de la profecía de Isaías: “Que el fuego reservado para tus enemigos los consuma” (Is. 26:11). vs. 28 . El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. Que nadie piense que Dios trata con ligereza a sus enemigos y les demuestra misericordia. Si alguien rechazaba deliberadamente la ley de Moisés en los tiempos del Antiguo Testamento, a dicha persona se le ejecutaba sin misericordia. Dios había dado instrucciones a los israelitas de que desterrasen el pecado de la apostasía matando a la persona que voluntariamente despreciase los mandamientos de Dios y se volviese a los ídolos. “Entonces todo Israel oirá y tendrá temor, y ninguno de entre vosotros volverá a hacer una cosa tan mala” (Dt. 13:11; véanse también los vv. 1–10 y 17:2–7). Esta era una advertencia para que Israel guardase la ley de Dios y le sirviese de todo corazón. Si alguien quebrantaba los mandamientos, eso no significaba que se le mataba. El ofensor sólo era ejecutado cuando dos o tres testigos verificaban que él había despreciado intencionalmente a Dios y rechazado la ley de Moisés. La estipulación de que la persona debía ser juzgada en base al testimonio de dos o tres testigos era una reglas observada y aplicada en los tiempos bíblicos (Nm. 35:30; Dt. 17:6; 19:15; Mt. 18:16; Jn. 8:17; 2 Co. 13:1). No se le concedía apelación de la sentencia. El escritor de Hebreos resume la esencia del veredicto en las palabras sin misericordia. Según las instrucciones de Dios, la persona que era culpable debía ser ejecutada, y el ejemplo debía servir como disuasión. vs. 29. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Una vez más el escritor de Hebreos emplea el recurso del contraste. El confronta los tiempos del antiguo pacto con los del nuevo pacto. Compara el castigo de la muerte física con la sentencia mucho más severa de la muerte espiritual. También establece la diferencia entre rechazar la ley de Moisés y despreciar al Hijo de Dios y al Espíritu de Dios. Le pide al lector que reflexione acerca de esta diferencia. El pecador que se rebela contra Dios en los tiempos del nuevo pacto rechaza la persona de Cristo, la obra de Cristo, y la persona del Espíritu Santo. Y así comete el pecado imperdonable. El escritor describe este pecado en tres partes. a. La persona del Hijo de Dios. Nótese que el escritor vuelve a utilizar el título de Cristo que ha usado extensivamente al principio de la epístola a los hebreos. El título es el más alto de los que se le atribuyen a Cristo. Nadie puede compararse a este Hijo, ya que él sobresale por sobre todos: ángeles, Moisés, Aarón y Melquisedec. ¿Qué es lo que hace el pecador? El pisotea a este Hijo de Dios. Pisotear es lo que hacemos cuando queremos sacarnos de encima algún insecto molesto. Así es como el pecador figuradamente toma al Hijo de Dios y lo pisotea contra el suelo. b. La obra del Hijo de Dios. La segunda parte es aun más significativa ya que se relaciona con el significado y propósito del nuevo pacto. Jesús inauguró este pacto mediante su sangre para limpiar a su pueblo y santificarlo (Mt. 26:28 y paralelos). Jesús derramó su preciosa sangre y pagó el precio del supremo sacrificio. Pero esta sangre derramada no significa nada para el pecador rebelde. El considera que la sangre de Cristo es igual a la sangre de cualquier otro ser humano, y que la muerte de Jesús es como la de cualquier otro mortal. El considera a Jesús como mero hombre cuya muerte no tiene significado y cuya obra redentora carece de valor. El escritor contrasta al pecador desafiante de la comunidad israelita con el cristiano que ha abandonado la iglesia; el punto es que no puede usarse la ignorancia como excusa. El pecador conoce la fe cristiana, puesto que él había sido santificado por la sangre del pacto. Es decir, hubo en tiempo en que él profesó su fe en Cristo, escuchó la predicación de la Palabra de Dios, y participó de los sagrados elementos de la Santa Cena. Pero su fe no fue un cumplimiento interior. De palabra y de hecho él repudia ahora su relación para con la obra de Cristo. Rompe con su pasado. c. La persona del Espíritu Santo. La tercera cláusula de la descripción del pecado imperdonable tiene que ver con insultar al Espíritu de gracia (Mt. 12:32; Mr. 3:29). El pecador insulta intencionalmente a la persona del Espíritu Santo. En su conducta, el pecador señala el marcado contraste entre los insultos proferidos contra el Espíritu Santo y la gracia concedida por el Espíritu Santo. El Espíritu es la fuente de la gracia (Zacarias 12:10). Insultar a la tercera persona de la Trinidad es el colmo del pecado que no puede ser perdonado. Dice Juan Calvino: “Tratar con desprecio a aquel por medio del cual recibimos tantos beneficios es una impiedad extremadamente malvada”. Dios mismo se enfrenta con el pecador y le impone el castigo. vs. 30..Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. Es comprensible que los creyentes se muestran afligidos cuando son testigos de la conducta de una persona que se aparta de la comunidad cristiana rechazando desdeñosmente al Hijo de Dios e insultando al Espíritu Santo. Ellos saben que la venganza le corresponde a Dios, ya que esa es la enseñanza de su Palabra. El escritor de Hebreos toma las palabras “Mía es la venganza; yo daré el pago” del Cántico de Moisés (Dt. 32:35”).328 Este cántico era bien conocido por los lectores ya que lo cantaban en sus cultos de adoración. La redacción difiere algo en el hebreo original y en su traducción al griego; de allí que los eruditos han sugerido que “la cita pudiera, en su forma presente, haber sido estereotipada por el ejemplo apostólico en el lenguaje de la iglesia primitiva”.329 La cita aparece con la misma redacción en Romanos 12:19. Podemos suponer que esta cita circulaba en la iglesia primitiva como un dicho proverbial. La segunda cita proviene del cántico de Moisés (Dt. 32:36) y del libro de los Salmos (Sal. 135:14). “El Señor juzgará a su pueblo”, dice el escritor de Hebreos. La intención es la de enfatizar que el juicio es inevitable. En una sección anterior el escritor habló del juicio venidero (9:27; y véase 10:27) y lo presenta en la forma de una verdad aceptada. Dios juzgará a su pueblo; nadie escapa a su juicio. Aquellos cuya fe está enraizada en Cristo Jesús encuentran un Dios de gracia y de misericordia. Sus pecados han sido perdonados en virtud del sacrificio del Hijo en la cruz. Y ellos oirán el veredicto absuelto. Pero los que han despreciado la persona y la obra de Cristo y han aborrecido con arrogancia al Espíritu Santo enfrentarán la ira infinita de Dios, el juez de los cielos y de la tierra. Cuando un pecador se arrepiente de su pecado, se acerca al trono de Dios e implora misericordia, Dios oye y responde. David experimentó esto cuando pecó contra Dios al contar el número de guerreros que había en Israel y en Judá. Dijo David: “Caigamos en las manos del Señor, porque grande es su misericordia” (2 S. 24:14; véase también 1 Cr. 21:13). El pecador que rompe la ley de Dios a propósito para afligir a Dios ha pasado ya más allá de la etapa del arrepentimiento (Heb. 6:4–6). El caerá “en la manos del Dios vivo” (véase también Heb. 3:12), y esa confrontación será indescriptible. El escritor de Hebreos dice que es horrenda. pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-

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