jueves, 20 de agosto de 2015
HEBREOS 10: 37 al 39. TEXTO : MATEO 10: 22.
ESTUDIO BÍBLICO
jueves. 20 de agosto 2015.
LECCIÓN : HEBREOS 10: 37 al 39.
TEXTO : MATEO 10: 22.
36 porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
. Vosotros debéis perseverar para que cuando hayáis hecho la voluntad de Dios, recibáis lo que él ha prometido. El escritor exhibe tacto y preocupación pastoral. Exhorta a los lectores a perseverar; así como en el pasado se mantuvieron firmes frente al sufrimiento (10:32), del mismo modo deben ahora perseverar haciendo la voluntad de Dios. Cuando él escribe la frase la voluntad de Dios, les recuerda inmediatamente acerca de la obediencia de Cristo, quien vino a hacer la voluntad de Dios (10:7, 9–10). La exhortación es, entonces, que sigan a Cristo en una obediente observancia de los mandamientos. Y al perseverar en su fidelidad para con la voluntad de Dios, ellos recibirán “lo que él ha prometido”. El vocablo promesa es una palabra clave en la epístola a los hebreos. Representa el perdón de los pecados en términos del nuevo pacto, pero representa más especialmente la salvación plena en Jesucristo. La promesa hecha por Dios al hombre es inquebrantable. Lo que Dios ha prometido, eso es lo que el creyente recibirá.
37 Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará.
. Porque en muy poco tiempo, “El que ha venir vendrá y no tardará.. Pero mi justo vivirá por la fe. Y si retrocediere, no me complaceré en él”. Versado en las Escrituras del Antiguo Testamento, el escritor cita una profecía para apoyar su exhortación a perseverar. Que la introducción a la cita, es decir, las palabras “porque en muy poco tiempo”, haya sido tomada intencionalmente de Isaías 26:20, es algo sujeto a discusión. Isaías 26 era un cántico de alabanza que se cantaba o leía en los cultos de la antigua sinagoga y de la iglesia cristiana primitiva. Sin embargo, la frase “en muy poco tiempo” aparece también en la literatura griega extrabíblica y puede tratarse simplemente de una expresión familiar. El significado de la frase expresa el pensamiento de que el período de espera no será largo. De hecho, el adverbio muy hace que la frase sea tanto más enfática. El escritor de Hebreos ha tomado una cita de la profecía de Habacuc y le ha dado una decidida interpretación mesiánica. El no sigue el texto hebreo sino la traducción de la Septuaginta, e introduce algunos cambios para adecuarla a sus propósitos.
Si bien el texto de Habacuc tiene que ver con la revelación, el escritor de Hebreos convierte la redacción en algo personal y se lo aplica al Mesías. La frase el que ha de venir es un título descriptivo de Cristo (véanse Mt. 11:3; Le. 7:20; Ap. 1:4, 8; 4:8). Cristo viene pronto y no tardará. Cuando llegue el tiempo de su regreso, la revelación de Dios se habrá cumplido. Habacuc profetiza en contra de los babilonios y los describe como un pueblo engreído e inmisericorde, que se ha constituido en ley para consigo mismo (Heb. 1:6–7). El profeta se refiere a ellos en términos colectivos y dice: “He aquí, él se ha engreído; sus deseos no son rectos”. En la Septuaginta la lectura es: “Y si él retrocediere, no me complaceré en él”. El contraste se establece entre el impío babilonio y el justo israelita que pone su fe en Dios. El escritor de Hebreos intercambia las dos frases. Inserta el pronombre personal mi y escribe: “Pero mi justo vivirá por la fe”. Dado que Pablo también usa esta frase, aunque sin el pronombre (Ro. 1:17; Gá. 3:11), suponemos que estas palabras les eran familiares a los primeros cristianos. El escritor añada la segunda parte—“y si él retrocediere, no me complaceré en él”. El orden, por consiguiente, queda invertido. La diferencia entre la profecía de Habacuc y la redacción de Hebreos está en que en la profecía se contrasta al babilonio con los israelitas; uno es impío; el otro, un creyente devoto.
38 Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma
En Hebreos, “mi justo” es la misma persona que retrocede. En la re composición, la cita se dirige al receptor de la epístola. El justo que persevera no recibe la promesa de Dios en base a la observancia de la ley y al cumplimiento de la voluntad de Dios. Recibe la promesa por la fe. El objeto de la fe, por supuesto, se da por sobreentendido. El creyente pone su fe en Jesucristo. Por su relación de confianza, el creyente vive. Al confrontarse con la oposición, persecución y tentación, el creyente debiera mantenerse firme en su fe. Si retrocediera por miedo, si abandonara su fe y al final se apartase, Dios “no se complacerá en él”. Al contrario, el disgusto de Dios estará sobre él por haber olvidado al autor del su salvación. La cita de Habacuc contiene entonces un advertencia para que uno permanezca fiel a Dios. Eso no significa que los lectores de Hebreos estén olvidándose de su Señor. Al contrario, el escritor los alienta escribiéndoles palabras tranquilizadoras.
39 Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.
Pero nosotros no somos de los que retroceden y son destruidos, sino de los que creen y son salvos. Como en tantos otros pasajes, el escritor se identifica con los lectores. Se pone en el nivel de ellos al usar el pronombre personal nosotros. El señala dos clases de gente: “los que retroceden” y “los que creen”. El primer grupo perece; el segundo es salvo. El pastor-escritor alienta a su pueblo. Les dice palabras de consuelo y certeza. El dice: “Nosotros somos de los que creen y son salvos”. El conoce a los lectores de su epístola y está confiado en que seguirán creyendo. Y la gente se da cuenta de que la persona que retrocede enfrenta la condenación eterna, en tanto que el que cree obtiene la salvación. El contraste está claramente trazado. Nadie puede argumentar ignorancia, ya que un camino lleva a la destrucción; el otro, a la vida. En los versículos finales del capítulo 10, el escritor introduce el concepto fe. El prepara el ambiente para una extensa discusión acerca de los héroes de la fe haciendo un recorrido de la historia sagrada desde Abel hasta los profetas.
Consideraciones prácticas en 10:32–39
“Aceptasteis gozosamente la confiscación de vuestra propiedad”. Esta afirmación parece incongruente, irreal. Todos nosotros tenemos una inclinación natural a estimar y proteger nuestras pertenencias. No es que estemos indispuestos a ayudar a la gente en su necesidad. Claro que damos alegremente. Pero es cierto que no proferimos un grito de gozo cuando se nos quitan nuestras posesiones. Cuando Jesús nos pide que amemos a nuestros enemigos, que hagamos bien a los que nos odian, que bendigamos a los que nos maldicen, y que oremos por quienes nos maltratan (Le. 6:27–28), gustosamente le damos nuestro consentimiento. Y cuando él prosigue y nos pide que pongamos la otra mejilla cuando alguien nos golpea (Lc. 6:29), asentimos con la cabeza y estamos dispuestos a sufrir el abuso físico. Pero cuando Jesús dice: “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva” (Lc. 6:30), objetamos. Nuestras posesiones tienen valor para nosotros, y por cierto que damos a conocer nuestra infelicidad cuando alguien nos las quita. Jesús, sin embargo, desea que no nos aferremos a las posesiones terrenales sino a las celestiales. Los tesoros acumulados en el cielo son permanentes; los que están en la tierra son pasajeros. Los lectores de Hebreos entendieron bien y aplicaron las palabras de Jesús. Cuando sus posesiones les fueron quitadas y su propiedad fue confiscada, ellos se dieron cuenta de que “tenían mejores posesiones y más permanentes” en el cielo. Cuando un miembro de la comunidad judía se convierte al cristianismo, comienza en ese momento un conflicto con su familia, su casa y su ambiente. El hebreo o judío que se hace cristiano enfrenta la alienación, especialmente cuando recibe el sacramento del bautismo. La tentación de renunciar a Cristo y volver al rebaño del judaísmo es real, puesto que el verse rodeado una vez más de parientes y amigos significa el fin de la persecución y de la penuria. La epístola a los hebreos es una carta de aliento y admonición para todos aquellos que han confesado a Cristo como Salvador. Que nadie retroceda y renuncie a Cristo. Darle las espaldas lleva a la condenación y a la destrucción. ¿Caen y se apartan los verdaderos creyentes? No, por medio de su Palabra y de su Espíritu, Dios los capacita para que sigan siendo fieles hasta el fin.
pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-
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