miércoles, 12 de agosto de 2015
Lección : Hebreos 10: 34 al 36. Texto : Santiago 1 : 27.-
ESTUDIO BÍBLICO
Lección : Hebreos 10: 34 al 36.
Texto : Santiago 1 : 27
vs. 33.- por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.
El texto indica que estas condiciones duraron un período bastante extenso. En todo lugar en que la iglesia comienza a desarrollarse y a crecer, allí cabe esperar oposición. Los “hebreos”, que eran conocidos como traidores a la fe judía, se habían transformado en blanco de abusos, En realidad, eran tratados como proscritos. Como si fuesen extranjeros en tierra extraña, se veían privados de la protección de la ley.
. La persecución era su sino. Para ellos las bienaventuranzas de Jesús resultaban particularmente significativas. “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando la gente os insulte, persiga y digan todo tipo de maldad contra vosotros a causa de mí” (Mt. 5:10–11). Ellos estuvieron al lado de aquellos que sufrían la misma hostilidad. Demostraron el amor de Cristo hacia sus compañeros de la iglesia que enfrentaban hostigamiento, maltrato y privación. Los miembros de la congregación se mantuvieron unidos y se ayudaban unos a otros en la hora de la necesidad.
vs. 34.-Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos.
Se espera que los cristianos visiten a los prisioneros. Jesús alaba a los justos por haber visitado a los cautivos: “Estuve en prisión y vinisteis a visitarme” (Mt. 25:36; véase también los vv. 39, 43, 44). Los presos dependían de sus parientes, amigos y conocidos en cuanto a comida, ropa y otras necesidades (véanse, por ejemplo, Hch. 23:16; 24:23; 27:3; 2 Ti. 4:13). El escritor de Hebreos exhorta a sus lectores a “recordar a los que están en prisión como si fueseis sus compañeros de prisión” (13:3). Además, los lectores de la epístola eran obedientes a las palabras de Jesús: “No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra … Sino acumulad para vosotros tesoros en el cielo” (Mt. 6:19, 20). Con alegría ellos entregaron su propiedad cuando, presumiblemente, las autoridades gubernamentales confiscaron sus bienes. Su posesión perdurable estaba guardada para ellos en el cielo y, sabiendo eso, se alegraron. Estos lectores vivían en armonía con los preceptos que Jesús les había enseñado en el evangelio (Mt. 5:12; Lc. 6:23; Stg. 1:2). El escritor de Hebreos parece desarrollar una secuencia de los sucesos que habían tenido lugar en las vidas de sus lectores. En primer lugar, ellos habían soportado un período de sufrimiento cuando “recibieron la luz” (v. 32). Acto seguido habían sido expuestos a la mofa pública y a la persecución (v. 33). Ellos habían también mantenido a compañeros creyentes que habían sufrido similar abuso. Y finalmente, habían perdido sus propiedades, tal vez en un momento de agitación religiosa (v. 34). Nos hubiera gustado tener un crónica de los sucesos mencionados, con fechas y lugares exactos. Pero el escritor de Hebreos no nos da información histórica acerca de cuándo y dónde ocurrieron estos sucesos. Por eso sólo podemos trabajar con hipótesis que son, por naturaleza, bastante subjetivas. El comentario del escritor acerca de que los lectores pertenecían a la categoría de cristianos de la segunda generación (2:3) hace algo difícil la aceptación de una fecha temprana para la persecución. Por ejemplo, la persecución que vino después de la muerte de Esteban (Hch. 8:1) puede haber tenido lugar en el año 32 d. C. Y la persecución que resultó en la muerte de Santiago, el hermano de Juan, y en la prisión de Pedro (Hch. 12:1–3) puede fijarse con bastante exactitud en abril del año 44 d.c. C. Tanto Estaban como Santiago murieron en Jerusalén. Roma fue testigo de la expulsión de los judíos en el año 49 d. C. durante el reinado del emperador Claudio. Podemos estar razonablemente seguros de que cristianos judíos estuvieron comprometidos
en dicha persecución. Lucas menciona a Aquila y Priscila (Hch. 18:1–2). No se sabe cuán severos hayan sido los términos de este edicto. Con el paso del tiempo, los que habían sido expulsados regresaron a Roma (Ro. 16:3). Más tarde, después del incendio de Roma en el 64 .d. C., Nerón instigó severas persecuciones dirigidas primordialmente contra los cristianos. Los cristianos se vieron públicamente oprimidos: debieron enfrentarse con animales salvajes en los circos o fueron quemados en la pira. Dado que el escritor de Hebreos no da ninguna indicación acerca del tiempo en que los receptores de su carta sufrieron persecución y la pérdida de su propiedad, suponemos que los sucesos desencadenados por el decreto de Claudio y de las crueles tácticas de Nerón señalan el trasfondo de 10:32–34. Tal como lo hice notar anteriormente, el escritor parece desarrollar algo así como una secuencia en estos versículos. Un suceso sigue al otro. Ahora él mira hacia atrás, hacia la historia, y les pide a sus lectores que recuerden las dificultades que habían experimentado.
vs. 35.- No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón;
Si los creyentes habían sufrido por su fe cristiana en el pasado, ¿desecharían ahora la confianza que habían mostrado frente a la persecución? Parecería haber pasado bastante tiempo desde aquel entonces y los creyentes están ahora viviendo un período de paz y seguridad. Su valentía al confesar su fe en Cristo ha caído en desuso. Y por no haber ejercitado su don de la confianza, están ahora listos a desecharla. La fe debe ser confesada valiente y confiadamente. En circunstancias difíciles el creyente pone su fe en Dios y prestamente confiesa el nombre de su Señor y Salvador. Pero en tiempos de comodidad, el cristiano no se ve confrontado con la necesidad de tomar una posición. Su fe vacila y declina. El escritor de Hebreos declara: “Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque cualquiera que viene a él debe creer que existe y que recompensa a aquellos que fervorosamente le buscan” (11:6). La confianza que él manifiesta no tiene que ver con la libertad que tenemos en ir a Dios en oración (4:16) ni con un corazón sincero (10:19, 22). El escritor desea más bien que los lectores exhiban su confianza y valor ante el hombre (véase también 3:6). Dios recompensará ricamente al creyente que valientemente confiesa su fe. El recompensa al cristiano no porque haya merecido la recompensa en el sentido de haberla ganado. Dios dispensa sus dones
los que fervorosamente le buscan, no en términos de contar “los valores y logros humanos, sino [en términos de] una expectación gozosa” que Dios ha prometido”.
pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario